POESÍA

Soledad

Y se llenó el bosque de pájaros,

las cúpulas, de pájaros.

Pasaron sobre mí antorchas, siglos

de pájaros.

Cantaban su canción polifónica.

Solo uno acompañaba mi tarde

en el tejado.

Su canto era el mío y era solo.

Dejó que se marcharan,

como piedras.

Volvió a cantar después.

Solo su canto solo.

Más allá de la niebla.

De la escritura

Cuando mis ojos perfilan el roce
del ala en el aire,
descifran el fuego.

Cuando mi oído alcanza
la tensión del átomo en la vida.

Cuando mi piel inspira
la temperatura que fuera
de mí -en sinergia-
circunda y se inflama,
soy el lobo al acecho de toda verdad.
Fiera de fauces y garras.
Encrepada. Devoro.

Después, el cazador de la noche
abrirá mi vientre y me hundiré,
de nuevo,
en la rutina del pozo
cargado de piedras.


De Tus ojos sostienen el vuelo del pájaro

Canto y latido

Así, en el temblor del aire,

en el tejido fabuloso de la tarde,

en el hilado profundo.

Canto y latido en las ondas

vibra mi vida.


Ser noche que dispara

o ser dardo que acude.

Y ser en la noche

y en el dardo

el incienso que queda.

Revista Nueva York Poetry Review
HAY ALGO EN EL AMOR

                            Hay algo en el amor que pertenece
                            a este mundo
                            GONZÁLEZ IGLESIAS, J.A.

 

Hay algo en el amor

que no nos pertenece. Que es fuga.

Algo como esta luz diaria

que no es nuestra tampoco.

Como el calor que deja el cuerpo

en las estancias, entre las sábanas.

Que se evapora y resiste de algún modo.

 

            Respiro. Cuerpo de átomos el aire

            me acontece y es la dicha.

            El solo aire, tu dicha

            en mi respiración.

 

A cambio sé que venceremos.

La fuga de tu aliento sobre el mundo

se curva entre las flores,

amenaza a la muerte,

sortea precipicios y ya solo

el viento puede ser

lecho de especias,

resistencia fecunda

de la vida.

            De Tus ojos sostienen el vuelo del pájaro


 

¿CÓMO NO AMAR?

—azar o rosas—

la carne que te ronda,

los astros que circundan,

aire que, cuerpo o nube,

—piedra o cristal—

nutre y se inflama y disuelve

dióxido, molécula, arroyos

de ternura

tus labios en mis dedos

de agua

tu piel entre mi piel

                        de espuma.

                   

 
Perfección de lo pequeño


Si el verde se cuece 

en esta casa,

en la terraza que abierta

florece en su milagro cuadrado,

es por el don de lo pequeño.

Por el rincón que aguarda la lectura

y su cita con la noche,

la baldosa sustraída 

al azar del juego,

la pequeña canasta escondida

bajo la enredadera,

o los besos del sofá,
 
mis favoritos.

Tatuaje en el Marais

Perfilo con mis dedos

el horizonte de tus hombros:

hacia allí vuela mi boca.

Mis yemas van bajando

en su tranquila labor

por la blancura del brazo:

aquí encuentro mi islote.

Mi decidida mano

arrastra por tu piel

el mar, el fuego, vientos

que empujen las velas…

Aquella noche

dibujé en tu cuerpo

tus mejores años

y los míos.

Sonia de Klamery

Como una Eva

en el jardín lejano,

hechizado el Edén

hechizado el edén

tras de su cuerpo

de ave.

Nostalgia el pavo real

del plumaje en su cintura,

de la seda de sus medias,

de la luna entre su escote.

Detrás el paraíso

en una bruma de limones,

con el celo del mar lapislázuli

ensoñado,

con los pinos vencidos

al rumor de la marea.

Entregada a su cuerpo

de Venus ondulante

la enamorada rama

del pino

se hizo noche.

La marina enredadera

-estola serpenteante-

soñó caer olvidada

sobre el esmalte

en el hombro

y su mirada turbadora

indagando por dentro

-orquídea, carmín y roca-

el ojo espectador

de la belleza primera.

Museo Reina Sofía. Madrid. Junto a Sonia de Klamery. Anglada Camarasa.

Antonio Colinas y Mónica Velasco nos proponen con este «poemario acompañado» una nueva forma de visitar la obra de Anglada-Camarasa, en una sugerente lectura-contemplación que permite explorar sendas entre los versos y las pinturas, un hermoso viaje entre la imagen y la palabra. Silvia PIZARRO ANGLADA

La lágrima del corzo


¿Qué nos importa, ya,
si oscurece la tarde?
¿Qué importa si el viento
nos trae a las pupilas
olor a incienso, a tierras altas?
¡Amémonos como lo quiere la vida!

¿No sientes el pulso suave
salirse entre los miembros?
¿No rompes en delirio 
en esta estancia sin prisa,
en este abismo de flores?
¡Amémonos como lo pide el mundo!

Escucha al mar 
cantar al fondo de sí mismo
esa canción profunda.
Hilar la tela
que sostiene al ruido.
Todo late esta tarde por nosotros
esperando el azar
de tu mirada, fortuita,
abriendo mi vestido.

La lágrima del corzo

Amanecer

En el azul abisal del horizonte.

Cuando tus ojos no alcanzan

la delgada línea

que hasta el cielo rompe.

Donde el azul del mar termina

en alianza de círculo

y comienza.

Allí te espero con mis naves,

con los naufragios todos

de mi mente.

En el azul

que al precipicio se abre

entre las ingles,

en las rieras de noche de tus cejas,

o comisuras de labios

que tristemente dicen…

Aguardo con mis redes

de sirena

a que surjas, con tu luz azul

de la tiniebla,

del transparente oleaje o

de la lluvia, surjas

ávido pez, sobre la bruma larga

sobre el picado mar

y me sorprendas.

Tórtola Valencia

¿Se deshará acaso
-hechizo en el dibujo-
mi ilusión tras
de la lluvia roja?
¿Acaso tu boca besará
abierta, tu frente,
tus extremos diluidos
bajo estrellas silvestres?
Oriente el oro
en tu cintura
precipita esta danza
en que me olvido.
Cierras los ojos
y adivino
tu movimiento alegre.
Vela extensa
entre la hoja desnuda.

Portada de TRAZOS, con Tórtola Valencia. Anglada Camarasa

Escribir en tiempos de pandemia es parecido al ejercicio de amar. Amar en tiempos de pandemia. Al amador le resulta del todo circunstancial el contexto. Las circunstancias se convierten en cúmulos de niebla que se van deshaciendo a medida que avanzan los pasos. No hay frontera infranqueable ni miedo capaz.

Diría María Zambrano, tan lúcida, “escribir es defender la soledad en que se está”, si bien, en este tiempo, escribir es una apuesta por la comunicación. Siempre ha sido la búsqueda de la voz interior; ahora se convierte en la búsqueda de la voz que una y comunique. En la búsqueda de una alianza entre tribus, en señales de humo que se levanten y adviertan a kilómetros de distancia la feroz unión que nos salve a todos. Del precipicio, la soledad herida, la incomunicación que es mutilación del ser más humano que nos pertenece.

Cuando estamos privados de abrazos solo nos queda levantar la fe por el aire, la palabra por el aire, nuestros dedos en el aire, para alcanzar la luz. Para traerla a casa. No habrá postigo que no se rinda a tanto amor. Ni muro que no caiga frente a tanta delicadeza.

Y como carne de hoja

 
 
                                 "Virgen de bronce te quiero
                                  mejor que venus de nieve"                                            
                                         Gabriel y Galán. 


         La espigadora

 Virgen, como la selva virgen no mellada,
 trigales verdes sin huella.
 Virgen, doncella de la diosa.
 Candor, el pie descalzo,
 trae en sus manos la lumbre,
 dobla la esquina en silencio.
 Solo el pliegue blanco de la túnica
 alcanza suavemente el tobillo.
 El muslo largo y jubiloso es luz 
 y sombra en el pasillo, camina
 en devoción serena y alumbrada
 al templo en que el amor allí consuela.
 Su joven corazón enardecido sueña 
 una brisa más allá de la piedra,
 la flor que vuele en sus cabellos,
 cristal de lluvia unte su boca
 el rubor en la mejilla, que se toca,
 el beso sobre el cuello que le prenda.
 Y tal vez sueñe el jilguero blanco 
 rondando el pecho, beber el agua de su sal templada
 ¡virgen de bronce, venus de nieve,
 sol de amapolas por los siglos!
  
 Aún la lumbre.
 Mugen las bestias de amor en el establo.
 Virgen de bosque tu cuerpo, selva precisa.
 Virgen de bronce, sudor de amapolas,
 frente, labio, espiga.

 Una luz de rayo urgente
 apaciguó el ganado.
 Peñascos y zarzales de la lumbre a mediodía.
 Rosas los vértices de amor.
 Mimosas en los senderos.
 Falda y perfume de almendras,
 leche cocida en los cuencos...

 Virgen de bronce, sudor de amapolas.
   
(Poema homenaje a Gabriel y Galán, para el XXIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos)

Su vuelo levanta tu frente

más allá de las cumbres.

Más allá de la nieve.

Del rumor inaudible.

Más allá.

Si en la frente la aurora

 

Qué fácil el amor,

esa alianza,

si en la frente, 

la aurora…

 

Amor, qué fácil,

cuando el centro

es todo manantial.

-Todo lo llenas-

 

Promesa son tus ojos

sostenida, tus manos,

la calma cuidadosa 

del que entrega

una bondad ardiente

como fuego primero.


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